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Mejor confinados que muertos: cara a cara Ayuso-Sánchez

La presidenta de Madrid y el de España se reúnen hoy en la Puerta del Sol con un único tema sobre la mesa: frenar el coronavirus.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la clausura de la Asamblea de elecciones de la Asociación de Trabajadores Autónomos, en Madrid (España) en marzo de 2020
Cara a cara Ayuso-Sánchez: mejor confinados que muertos.
Europa Press

"Es un poquito peor porque no puedes respirar del todo pero, no pasa nada, es mejor eso que morirse". Solo los borrachos y los niños dicen siempre la verdad, reza el saber popular. Pues la pequeña del vídeo viral que con su mochila al hombro y mascarilla en cara se disponía a comenzar el curso escolar hace unos pocos días habrá dicho verdad. Y si no es verdad, mucho se le parece. Me gustaría saber la opinión de la niña sobre las restricciones a la movilidad y a la actividad que están desde hoy vigentes en algunas zonas de la ciudad de Madrid y en varios puntos de la autonomía. No creo que me equivoque si digo que ella, en su inocencia, respaldaría el confinamiento light dictaminado por Díaz Ayuso: "Es un poquito peor porque algunos no pueden moverse a sus anchas pero, no pasa nada, es mejor eso que morirse".

Los políticos no dicen siempre la verdad; o no la verdad completa sino una parte, que son las verdades a medias. Los políticos, en general, son delegados de la sociedad para que ésta pueda vivir mejor y para ello han recibido un mandato en las urnas, gozan de prebendas, ganan buenos sueldos y hasta algunos son merecedores de una dote económica eterna. A cambio, en el contrato que metafóricamente firman se obligan a trabajar por todos sus representados, a conseguir mejoras para todos ellos aun a costa de perder las suyas si su electorado se vuelve contra sus decisiones y a entenderse con sus oponentes en beneficio de la mayoría.

No es razonable que Ayuso tenga casi que arrastrarse para verse con Sánchez y adoptar medidas que salven vidas

La Comunidad de Madrid ha recortado, en definitiva, derechos a una parte de sus ciudadanos para tratar de impedir la expansión del coronavirus. Bien. Pero lo ha hecho de forma reduccionista y algo tarde, a mi parecer. Cuando las cifras de la infección se descontrolan, cuando los fallecidos repuntan y cuando no resulta fácil reconducir la dirección de la pandemia hay que tomar decisiones salomónicas. Pedir al Gobierno la aplicación del estado de alarma no habría sido nada descabellado habida cuenta de que el confinamiento blando adoptado tiene complejo cumplimiento y fugas. Vamos que, en definitiva, quien quiera podrá entrar y salir de las zonas de mayor riesgo epidemiológico y eso es posible que retrase el control de la curva. Claro que un nuevo estado de alarma tiene inconvenientes: hay que pedirlo al Gobierno, afecta al conjunto de la sociedad y la economía donde se aplique y desgasta más políticamente. Pero, no pasa nada, es mejor eso que morirse.

El Ejecutivo de Pedro Sánchez tampoco ha estado a la altura. Sudó la gota gorda cuando explotó la pandemia y ahora que se han devuelto las competencias y el mando a las autonomías, que suden otros. No es ni medio razonable que un representante público como Díaz Ayuso tenga poco menos que arrastrarse para conseguir una audiencia con el presidente del Gobierno, que es otro representante público, para adoptar medidas que salven vidas; ojo, medidas que salven vidas. En esta relación entre administraciones han sobrado kilos de orgullo, de arrogancia... Que de la boca de algunos políticos salgan críticas a diario para los otros y viceversa demuestra que no reman todos al mismo tiempo y en la misma dirección cuando esto debería ser una trainera a golpe de decisión consensuada. Cuando la gente enferma, la sociedad colapsa, la economía se frena y hay ciudadanos que mueren no existen partidos ni ideologías. ¿O sí?

Los afectados no son ni de derechas ni de izquierdas, ni de ésta o aquélla cultura. Viven en áreas con más riesgo de Covid

Hoy Sánchez acude a la Puerta del Sol a reunirse con Díaz Ayuso, cuando ya está prácticamente todo decidido. El viernes, los responsables de la Comunidad de Madrid acordaron restricciones en las áreas más golpeadas por el coronavirus, con el conocimiento previo del Gobierno central. Algo así como "Ya lo hago yo pero luego no vengas a enredar". Esa reunión tan, tan, tan urgente que se reclamaba, se ofrecía y se aceptaba el viernes ha podido esperar a las 12 de este lunes. Para ese viaje no se necesitan alforjas.

Mientras tanto, 37 áreas básicas de salud de Madrid, sus ciudadanos, están desde hoy bajo control. Son madrileños de hecho o de derecho que pillan el bicho o lo esquivan, que se infectan o no, que tienen secuelas o ni siquiera síntomas, que mueren o viven. No son ni de Usera ni de Ciudad Lineal ni de Alcobendas ni de Puente de Vallecas ni de Humanes ni de Villaverde ni de Parla... No son ni de derechas ni de izquierdas, ni de ésta o aquélla cultura, ni ricos ni pobres. Son personas en zonas con un riesgo incrementado de infectarse por coronavirus que deben extremar las precauciones en su vida diaria, usar mascarillas, lavarse las manos, autoconfinarse si presentan síntomas, evitar proximidad y concentración. Las medidas que ellos mismos adopten son cruciales para doblegar al virus; las decisiones políticas tienen que ayudar a vencer a la Covid. Espero que, con todo, lo implementado por el Gobierno regional sea útil y que la reunión con Sánchez-Ayuso no sea un púlpito para lanzarse al cuello del otro.

Hoy cuando el reloj de la Puerta del Sol dé las 12 campanadas del mediodía Madrid y el resto de España estarán pendientes del encuentro 'en la cumbre' de la política y de lo que en él se decida por doloroso que pueda ser. Pero, no pasa nada, siempre es mejor eso que morirse.

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