Sonorama resiste y se siente ya parte del paisaje de Aranda de Duero (Burgos)

  • Por Pedro Sedano.

Por Pedro Sedano.

Aranda de Duero (Burgos), 15 ago.- El festival de música pop-indi Sonorama resiste porque se ha convertido en sus dieciséis años de vida en parte del paisaje de Aranda de Duero (Burgos), en opinión de sus organizadores, la asociación cultural "Art de Troya".

La crisis económica les ha golpeado, como reconoce su organizador, Javier Ajenjo, pero desde ayer por la noche el festival latía también por las calles de Aranda con una fiesta de bienvenida para los 7.000 asistentes acampados en una zona creada para este certamen y que cuenta con todas las comodidades posibles.

Sin duda una de las claves es que los beneficios van más allá de los organizadores, con un impacto económico en Aranda y en buena parte de la provincia de Burgos que se estima en más de 2,5 millones de euros.

Ajenjo no puede ocultar su satisfacción porque el festival es "algo vivo que casi se alimenta solo", mientras señala los grupos de personas de todas las edades que se desplazan por el centro de Aranda de Duero.

Incluso apunta a que lo sostenible se debe mostrar también en la programación musical, con bandas consagradas internacionales como Travis, un grupos escocés que estrena disco dentro de unos días y que "soñaba traer a Sonorama desde hace años" y actuarán el viernes antes de Lori Meyers y Dorian.

The new Raemon, que se despiden de los escenarios el sábado en Aranda de Duero, y los también consagrados escoceses Belle and Sebastian, que actúan esta noche en el mismo escenario que Jaime Urrutia y Loquillo y sus amigos, que celebran el trigésimo aniversario del "rock del garaje".

Para Ajenjo la clave es mezclar estos artistas consagrados con grupos emergentes, que pueden llegar "a la cima", como ocurrió en su día con Supersubmarina, que actuará el sábado, "consagrados en Sonorama hace años".

Se trata de ofrecer una programación equilibrada entre grupos que acaban de triunfar, otros casi por descubrir y algunos consagrados para atraer a un público con una media de edad mayor que en otros festivales de este estilo, hasta algo más de treinta años.

Estos se traduce en un mayor poder adquisitivo, pero también en una mayor exigencia a todos los niveles.

De hecho, el 25 por ciento del gasto de organización se destina a los más de cien artistas que están sobre los escenarios estos días, pero el resto, el 75 por ciento se emplea en que las infraestructuras sean lo más cómodas posible.

Al empezar el festival, los 8.000 abonos de venta previa están prácticamente agotados y Javier Ajenjo, organizador del certamen, cree que se acercarán a los 40.000 asistentes durante los tres días de conciertos y actividades.

Es una buena noticia para un festival que ha sufrido mermas en el apoyo de las administraciones y los efectos negativos del IVA cultural, pero ha resistido "gracias al compromiso del público".

Ajenjo se muestra convencido de que, además de los cinco escenarios en el recinto del festival, incluidos los dos principales en los que alternan las actuaciones de los grupos más relevantes del cartel, son claves la carpa en la que actúan doce grupos que muestran "la vitalidad musical de Castilla y León", y los dos escenarios urbanos, que generan un movimiento en el entorno de la hostelería y el comercio local.

A la colaboración habitual del Consejo Regulador de la denominación de origen Ribera del Duero, con catas diseñadas especialmente para iniciar a los jóvenes en el conocimiento del vino de calidad y visitas a bodegas centenarias de Aranda de Duero, se suma la colaboración de Ecoembes para el reciclaje del vidrio que se utiliza estos días.

Ajenjo ha insistido en su intención de que el festival sea cada vez más sostenible, que no provoque impactos negativos en su entorno, ni económicos, ni sociales, ni ambientales, para lo que este año incluso van a utilizar vasos reciclables; y en que los que asistan prueben también el vino de Ribera del Duero, se mezclen con los habitantes de Aranda y prueben los productos tradicionales, como el lechazo, la morcilla y el chorizo. EFE

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