Una antigua alfarería desvela el arte inquietante del brasileño Brennand

  • Una antigua alfarería que pasó 26 años en ruinas en la ciudad brasileña de Recife desvela la prolija e inquietante colección de esculturas, pinturas y cerámicas del renombrado artista Francisco Brennand.

Manuel Pérez Bella

Recife (Brasil), 17 abr.- Una antigua alfarería que pasó 26 años en ruinas en la ciudad brasileña de Recife desvela la prolija e inquietante colección de esculturas, pinturas y cerámicas del renombrado artista Francisco Brennand.

El conjunto de edificios, enclavado en un frondoso bosque tropical a las afueras de Recife, capital de Pernambuco (noreste), fue una fábrica de tejas y ladrillos propiedad de su padre, abandonada en 1945 y restaurada por el propio Brennand en 1971 para convertirse en su museo particular y también en su taller, donde continúa trabajando a diario a sus 84 años.

Brennand explicó a Efe que el taller "no está terminado", que le queda mucho trabajo en esta obra monumental con la que pretende "glorificar" la memoria de su padre y la historia de la región donde, según él, se forjó la consciencia de la patria brasileña, durante la guerra contra los holandeses en el siglo XVII.

"El taller era el sitio de mis juegos de infancia, un lugar propicio al misterio. Era penumbroso, oscuro", recordó el artista, que con la reforma quiso conservar "el fetiche, la magia y la memoria" del recinto.

"El bosque creció en torno a mí durante cuarenta años. (El taller) Quedó como un nido amparado por el bosque. El conjunto pasó a tener para mí un valor místico, como si fuese un santuario. Y estas piezas que lo van llenando iban contando una especie de mitología personal, donde abordaba a mi manera mitos que me interesaban, figuras históricas", relató.

Brennand comenzó su periplo artístico en la década de los 40, periodo durante el cual viajó a Francia donde estudió y se inspiró en obras de Pablo Picasso y Joan Miró antes de decantarse por la cerámica como su principal medio de expresión.

Centenares de esculturas, con sus poderosas formas abstractas, retorcidas, que remiten a lo atávico, al sexo, al nacimiento y a la muerte, pueblan las salas del viejo tejar y también las fuentes y los jardines aledaños, uno de ellos diseñado por el célebre paisajista Burle Marx.

Uno de los edificios está dedicado a su obra pictórica, que tiene a la mujer como su tema principal, con técnicas variadas que pasan de la cera al carboncillo.

Sus obras han sido expuestas en varias ciudades brasileñas y de Estados Unidos, Alemania, Francia, España, Bélgica e Italia, entre otros países.

Brennand comentó que su arte responde a sus problemas y dudas personales de orden existencial y a su búsqueda por "un lenguaje más próximo al eje del mundo", que haga un retrato profundo del hombre.

El autor explicó que muchas de sus esculturas están dotadas de "una pesada carga sexual" porque el ser humano "no puede encontrarle sentido".

"El sexo, más que la muerte, deja al hombre delante de una perplejidad insondable", dijo Brennand, para pasar a cuestionar a las personas "malévolas" que le juzgan por el supuesto erotismo de sus figuras, una posición que él no comparte.

"Mis esculturas no son eróticas, puedes llamarlas espantosas, terribles, horrendas, del horror de la existencia. Las mujeres quieren ser retratadas por Playboy, no de la forma que yo las veo. Pero mis deformaciones no son la búsqueda de lo feo sino de lo bello. La deformación es el homenaje a la forma", puntualizó.

Con su poblada barba blanca y apoyado en su bastón, a Brennand le gusta recibir personalmente a los visitantes del museo, aunque reconoció que la mayoría de la gente "detesta" su arte y solo consigue apreciar belleza en el taller y en el paisaje del exhuberante bosque que lo rodea, a las afueras de Recife.

Los edificios son enteramente decorados con cerámicas brillantes salidas de los hornos de la antigua alfarería, que le confieren al lugar un aspecto inusitado y un embrujo que no dejan indiferente a ningún visitante.

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