Bordados reviven el drama de refugiados salvadoreños durante la guerra civil

  • Los bordados con los que muchas mujeres salvadoreñas plasmaron sus vivencias en un campamento de refugiados en Honduras reflejan hoy el drama que significó para miles de salvadoreños abandonar su país por la guerra civil.

Luis Alfredo Martínez

San Salvador, 18 may.- Los bordados con los que muchas mujeres salvadoreñas plasmaron sus vivencias en un campamento de refugiados en Honduras reflejan hoy el drama que significó para miles de salvadoreños abandonar su país por la guerra civil.

Más de 24 años después del cierre oficial del campamento, el 27 de febrero de 1990, una treintena de esas costuras elaboradas por las salvadoreñas durante su tiempo de exilio se exhibe en San Salvador, en la biblioteca de la Universidad Centroamericana (UCA, dirigida por jesuitas), del 15 de mayo al 14 de junio.

Unos bordados son originales y de otros se muestran fotografías, reunidos por el Museo de Arte Popular de El Salvador, que organizó la exposición con la UCA y otras instituciones culturales, en el marco del Día Internacional de los Museos, hoy 18 de mayo.

Durante la guerra civil (1980-1992), miles de salvadoreños fueron albergados en cuatro campamentos de refugiados en Honduras, uno de ellos Colomoncagua (Intibucá), manejados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), con el apoyo de organismos humanitarios internacionales.

El director del Museo de Arte Popular, el antropólogo Gregorio Bello-Suazo, recordó que los primeros salvadoreños llegaron a Colomoncagua el 12 de diciembre de 1980 y que el abandono del lugar comenzó el 18 de noviembre de 1989.

Explicó que la elaboración de bordados fue iniciativa de los responsables del campamento, como entretenimiento para las mujeres, pero luego su elaboración se convirtió en una forma de denuncia de la situación que vivían los refugiados.

Así, empezaron a bordar pájaros, flores, escenas de la vida diaria en escuelas, cocinas o huertos y fiestas como la Navidad.

Pero después pasaron a mostrar escenas dramáticas, como actos de represión de militares hondureños, que, al igual que el Ejército salvadoreño, consideraban a los refugiados como colaboradores de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, ahora partido en el poder en El Salvador.

El antropólogo comentó que algunas refugiadas "nunca habían usado un lápiz", pero hicieron sus primeros bocetos para los bordados, los que elaboraron en trozos de la manta de los sacos de harina de trigo que les suministraban para la alimentación.

"Son dibujos muy primitivos, pero que están mostrando una experiencia dramática que (los refugiados salvadoreños) vivieron durante nueve años en Colomoncagua", resumió Bello-Suazo.

Lamentó que hoy muchos jóvenes salvadoreños "ni siquiera conocen que hubo guerra", y "mucho menos que hubo refugiados" por esa razón en Honduras y otros países, pero consideró que la exposición de bordados es "un vehículo para conocer esa parte de la historia".

Los bordados fueron donados en aquel entonces por sus autoras a cooperantes internacionales, que los facilitaron para la exposición en San Salvador.

"Nosotros los refugiados trabajamos unidos para vivir mejor" o "Los refugiados salvadoreños en Honduras queremos más solidaridad a nivel mundial", son algunas leyendas bordadas en sus trabajos por las mujeres salvadoreñas.

En otros casos son denuncias: "Así tirotean nuestros campamentos día y noche", señala un bordado que muestra a militares disparando.

Bello-Suazo apuntó que los bordados también reflejan la oposición de los refugiados al intento de repatriación que hubo en 1983 a petición del Gobierno de Honduras, que finalmente desistió.

Las leyendas de dos bordados reviven esa lucha: "Los refugiados salvadoreños no aceptamos la reubicación" y "Con la unidad hemos logrado la victoria contra la reubicación".

Tras el cierre del campamento, dos años antes de que terminara la guerra, los refugiados de Colomoncagua fundaron en 1990 la localidad que lleva el nombre del jesuita español Segundo Montes, en el departamento salvadoreño de Morazán.

Montes fue uno de los seis sacerdotes jesuitas asesinados presuntamente por militares salvadoreños en 1989 y quien trabajó en Colomoncagua como parte de sus estudios sobre los refugiados.

El director del museo comentó que recientemente localizó en la comunidad Segundo Montes a algunas bordadoras de Colomoncagua, que al ver sus obras identificaron lugares y personas de aquella época.

Al ver un viejo bordado que muestra a un hombre hablando ante un grupo de refugiados, las mujeres reconocieron a un funcionario de ACNUR al que apodaban "El Chino", relató.

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