¿Cuántas ocasiones en el uno a uno tuvieron ayer Villa y Alves? ¿Es Almunia una personificación de un dios hindú de ocho brazos o es que el delantero asturiano y el lateral brasileño tenían ganas de hacer puntería con el muñeco? ¿O cobran comisión por la venta de medicamentos contra la acidez estomacal? ¿Por qué Pedro no tiene la misma eficacia que en los últimos meses?¿La falta de puntería es contagiosa?
Se sufrió, sí. Y no será por ocasiones. El Barça tuvo una infinidad. Se oyeron más “ay” en el Camp Nou que en el Corral de la Pacheca. Todas las ocasiones producto de jugadas trenzadas, rápidas, letales. De esas que le gusta emular al Real Madrid últimamente. Los centrocampistas construyen la estrategia, ejecutan los pases, los delanteros desbordan, y en el último segundo dejan al espectador con la “g” de “gol” atascada en la garganta. Y eso no es saludable, porque las eyaculaciones hacia adentro sólo se recomiendan si eres un experto en sexo tántrico.
Guardiola es un tipo reflexivo, nada amante de lanzar las campanas al vuelo. Seguro que pensó lo mismo que yo. Aunque ayer, en la rueda de prensa, no recaló en el pequeño detalle de la falta de puntería. Sólo se lamentó de lo sufrido en el global de la eliminatoria por cinco minutos de pájara en la ida y por la mala cabeza (literal) de Busquets. Y puso en evidencia también el mal estilo de Arsène Wenger, que se olvidó de decir a los suyos que para ganar hay que disparar a puerta y en cambio atribuyó su eliminación únicamente a la expulsión de Van Persie. Que si los del Barça andan justos de agudeza visual frente a la portería, el delantero del Arsenal tiene serios problemas de sordera por no oír el silbato arbitral. Fue expulsado por sordo. El suizo no toleró que se hiciera el sueco.
Por suerte la prensa inglesa no cometió la misma torpeza que Wenger y señaló al auténtico responsable de la derrota del Arsenal. Que no fue un árbitro suizo, sino un jugador argentino. Leo Messi, con ese sutil toque de balón para hacerle un sombrerito a medida al portero y luego fusilar a placer, abrió las puertas hacia el éxtasis azulgrana. Después de un detalle de calidad así, parece que el equipo y el público se digan: ahora ya no podemos perder.
Mientras esté Messi, los mortales que corretean a su alrededor se podrán permitir fallar. Dios proveerá.
Carles Torras
Periodista y guionista de TV
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