Las minas ilegales de estaño socavan un edén en Indonesia

  • Tanjung Pandan (Indonesia).- En un paradisíaco grupo de islas de Indonesia, cientos de personas se juegan la vida cada día en las minas clandestinas de estaño para hacerse con el preciado y contaminante mineral.

Las minas ilegales de estaño socavan un edén en Indonesia
Las minas ilegales de estaño socavan un edén en Indonesia

Tanjung Pandan (Indonesia).- En un paradisíaco grupo de islas de Indonesia, cientos de personas se juegan la vida cada día en las minas clandestinas de estaño para hacerse con el preciado y contaminante mineral.

A vista de pájaro, la aridez de las explotaciones, tanto de las legales como las ilegales, come cada vez más terreno a la frondosa vegetación que todavía cubre buena parte de la provincia insular de Bangka-Belitung, al sureste de Sumatra.

En esta región se hallan las mayores minas de estaño de Indonesia, el principal exportador mundial de este mineral, que se emplea en latas, soldaduras o, aleado con titanio, en la industria aeroespacial.

A ras de suelo, la rapiña por este valioso metal, que en el mercado se paga a 26.500 dólares la tonelada (19.000 euros), no distingue entre legalidad e ilegalidad.

Rian y Wahid son dos adolescentes que llevan casi un lustro empapando sus manos en pozas cavadas sin permiso para separar de la arena el polvo de estaño, conscientes de que el agua que les rodea puede suponer a medio plazo un alto riesgo para su salud.

"En un día bueno conseguimos veinte kilos y ganamos 50.000 rupias (algo menos de seis dólares o unos cuatro euros)", explica a Efe Rian, de 14 años, quien por las mañanas acude a la escuela y por las tardes a la explotación minera.

Es tan fácil acceder al metal que los muchachos, sin máscaras, guantes ni calzado apropiado, lavan la arena en un plato de plástico hasta lograr el estaño se escurra en una bolsa.

Después lo filtran en extractores artesanales formados por una tubería y una bomba de agua, y así obtienen el mineral puro.

Igual que los chavales, el 30 por ciento de la población de Bangka-Belitung se dedica a la minería en ese archipiélago, con cada vez más tirón turístico por sus playas de arena blanca y agua transparente.

La explotación clandestina del estaño sucede a espaldas de las operaciones de la minera estatal PT Timah, la segunda mayor productora mundial del metal y cuya sede central se encuentra precisamente en Bangka, una de las dos islas principales de la provincia.

"Tú dices ilegal, nosotros decimos legal. El estaño es un regalo de Dios y no es sólo para PT Timah", reclama Jahoi, un joven de 25 años que lleva ocho dedicado a la peligrosa labor de bucear a pulmón en el fondo marino para capturar el mineral.

Él y otros "submarinistas" están aún menos protegidos que sus compañeros en tierra para procurar estaño, una actividad que en los últimos se ha cobrado la vida de unas 700 personas en Bangka-Belitung, según estiman las autoridades locales.

Los mismos funcionarios hacen la vista gorda ante el saqueo del subsuelo, una actitud que ha obligado al Gobierno de Indonesia a crear un equipo especial para luchar contra la minería ilegal.

Esta actividad "está fuera de control", según el vicepresidente, Boediono, quien lamenta que la explotación del metal haya causado graves problemas medioambientales y perjudicado a otras industrias como la agricultura.

Sin embargo, Yakarta alienta la explotación, entre otras razones, para mantener el control de la exportación.

"Con los precios tan altos, sería ideal que los mineros de estaño produjesen más, pero el hecho es que no lo producen", admite el director general de Minerales del Ministerio de Energía, Bambang Setiawan.

Las discursos de los políticos resultan lejanos a Wahid y Rian, a quienes les basta con saber que sus clientes no les preguntan sobre la procedencia del estaño.

Tampoco nadie se interesa por las tierras muertas que dejan los centenares de minas, prueba de un expolio incesante que ahora parece favorecer a todos, pero que más adelante podría hipotecar el futuro idílico de Bangka-Belitung.

Paula Regueira Leal

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