¿Adiós al bocata de calamares?

El Brexit desata otra guerra en Malvinas y amenaza miles de empleos de la pesca

Diecisiete grandes arrastreros gallegos y 1.500 marineros esperan amarrados en Vigo que haya acuerdo sobre el Brexit y poder salir a pescar el calamar en el lejano archipiélago de soberanía británica.

Miles de empleos dependen de la pesca del calamar en la zona de las Malvinas.
Miles de empleos dependen de la pesca del calamar en la zona de las Malvinas.
ARVI

Ángel (O Morrazo, Pontevedra), Edgar Alejandro (Lima, Perú), José (Vigo, Pontevedra)... Son algunos de los aproximadamente 1.500 marineros que esperan partir a pescar, si el Brexit no lo impide, en la segunda quincena de enero desde el puerto de Vigo hasta Stanley (capital de Malvinas) a 10.700 kilómetros (6.663 millas náuticas) de distancia de las costas gallegas. Pero a cuenta de las negociaciones encalladas entre Bruselas y Londres, la guerra de las Malvinas amenaza con convertirse, al menos para los armadores gallegos, en la guerra del calamar. 

Si no hay acuerdo, tendrán difícil pescar el calamar patagónico (Loligo hagi) en las aguas del lejano archipiélago del Atlántico Sur. Y buena parte del calamar que se consume en España y en Europa proviene de aquellas islas de soberanía británica. La flota gallega llevó hasta el puerto de Vigo en la pasada campaña de 2019 nada más y nada menos que 79.000 toneladas de calamar patagónico. Un ‘botín’ cercano, o incluso superior, a los 200 millones de euros. Es también el 25% de las importaciones de pescado del principal puerto pesquero de España, el de Vigo. 

Y es que el Brexit -España puede ser, según todos los indicadores, uno de los países comunitarios que más perjudicados salgan si finalmente no hay acuerdo pactado respecto a la salida del Reino Unido de la UE-, parece que puede hasta poner en peligro algo tan castizo y español como es el ‘bocata’ de calamares.

Apenas quedan 10 días para que la desconexión del Reino Unido de la UE se haga efectiva y la incertidumbre se apodera de la flota gallega que pesca en Gran Sol y, sobre todo, en Malvinas. "Nos acercamos al 1 de enero, al precipicio, y cada vez hay más incertidumbre y tensión", explica a La Información Javier Touza, consejero delegado de la empresa pesquera Chymar, y presidente de la Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI). Sólo en la pesca del calamar en Malvinas hay 17 grandes arrastreros con base en el puerto del Berbés (Vigo) y otros 23 con base principal en Montevideo (Uruguay) y Stanley (Malvinas) y con bandera británica, pero participados por empresas gallegas. 

"Directamente están afectados en Galicia más de 1.500 marineros, maquinistas, patrones de pesca... Eso en cuanto los empleos directos porque se calcula que cada empleo en la mar genera otros cinco empleos en tierra. Ahí nos damos cuenta de la dimensión del problema del que hablamos. Nosotros pescamos en Malvinas y traemos el pescado, el calamar, aquí, lo procesamos y exportamos desde aquí, desde Vigo, reparamos aquí nuestros barcos, los construimos aquí, en astilleros gallegos, los marineros son, en buen a parte de aquí...", cuenta Touza. 

"Y no es solo Malvinas. No nos olvidemos de Gran Sol", incide, "donde hay muchos barcos gallegos, vascos... Este, el de Gran Sol, es un caladero mítico que descubrimos nosotros, los pescadores gallegos, en la década de los años veinte del siglo XX, concretamente en 1929. Necesitamos pescar allí. Hay barcos no sólo de bandera española sino británica, francesa, irlandesa... cuyos dueños son armadores gallegos", sentencia.

Pero el divorcio entre el Reino Unido y la UE, sobre todo si es ‘a las bravas’, hace que cunda la preocupación, reconoce el presidente de los armadores de Vigo. "El problema para el puerto de Vigo es enorme porque en cuestión de pesca no hay otro como este en todo el mundo. A día de hoy están nuestros barcos preparando los aparejos, reclutando las tripulaciones, etc, y no sabemos qué vamos a poder pescar, ni dónde, ni cuándo, ni cómo. Necesitamos saber qué tarta va a haber en el caladero de Gran Sol y qué va a decidir el gobierno malvino, si tiene algo que decidir, y no le vienen impuestas las directrices desde Londres con el Brexit. No sabemos si podremos pescar, si lo haremos con aranceles, sin ellos...".

Edgar Alejandro Huamann también espera. Es peruano y esta sería su cuarta campaña del calamar, si finalmente se lleva a cabo, en un pesquero gallego. Espera en su país a que le den el ok para sacarse el billete de avión y venirse para Vigo a enrolarse en uno de los grandes arrastreros del calamar. Si es así, abordará la campaña en dos zafras de pesca: desde el 25 de febrero hasta el 25 de abril y luego, tras un descanso de pesca de tres meses, otros sesenta días en agosto y septiembre, teniendo en cuenta que en la travesía Vigo-Malvinas se tarda casi un mes y en ella, los armadores gastan 1,5 millones de euros solo en combustible. 

"Aquí estoy esperando", reconoce, "por si hay campaña del calamar en Malvinas o no. Es mejor vivir de la pesca en Vigo que en Perú", dice Edgar Alejandro, quien reconoce que más que las jornadas maratonianas de pesca, el bravío Atlántico sur cercano a la Antártida o la lejanía de su familia encerrado durante meses en un barco, "lo peor es el frío, sobre todo en la segunda parte de la campaña", en pleno invierno austral. 

Cada barco de pesca gallego en Malvinas, auténticos gigantes marinos de cerca de 80 metros de eslora, lleva casi dos tripulaciones completas para mantener un turno de trabajo continuo, entre 50 y 100 marineros por buque. Dos meses seguidos de duro trabajo continuado, que acaban cuando al final de cada zafra se desembarca todo el pescado en el puerto de Vigo, que tiene en el calamar procedente de Malvinas un auténtico filón. 

Según ARVI, el sueldo medio de un trabajador enrolado en un arrastrero de altura es de "40.000 euros anuales", aunque realmente los emolumentos varían mucho entre los 80.0000-90.000 euros que puede cobran un buen patrón de pesca; los 60.000 de un maquinista o los 25.000 que puede ganar un marinero. 

Ángel, natural de Cangas de Morrazo (Pontevedra), en la misma ría de Vigo, lleva media vida en la mar y reconoce que "es un trabajo duro, pero es lo que hay. A mí me gusta. Yo no podría vivir ya sin la mar. Lo peor es estar tanto tiempo separado de la familia, pero ahora con las nuevas tecnologías, el whatsapp, etc, podemos hablar todos los días con nuestros padres, esposas, hijos e hijas". Este viejo ‘lobo de mar’ añade: “Pese a todo, y a que lógicamente surgen algunos roces al estar tanto tiempo encerrados en un barco, destaca la convivencia con los compañeros. Un barco de pesca de gran altura es como una pequeña torre de babel. Hay españoles, africanos, latinoamericanos... Esperamos que en 2021 podamos volver a encontrarnos porque la cosa está fea".

Pero a Malvinas (Falkland en inglés) también les conviene, como a Gibraltar, un Brexit acordado porque ambas colonias viven de sus relaciones comerciales con otros países comunitarios. En concreto, las licencias de pesca que conceden desde 1987, cuando se reguló el caladero, le proporcionan 40 millones de dólares anuales al gobierno malvino. Una fortuna para un pequeño país de 3.000 habitantes y con una cabaña ovina de 700.00 cabezas. Aquellos ganaderos que vivían en un territorio de ultramar semiabandonado por la corona británica hasta que a los argentinos se les ocurrió invadirlo se han convertido hoy en millonarios y los ‘kelpers’, así se les conoce a los nativos de Malvinas, amasan fortunas merded a joint ventures, a las que ceden ciudadanía y bandera británica, con las empresas gallegas como Chymar, Pescapuerta, Pereira, Pescanova... 

Así, la renta per cápita en Malvinas es mayor que la de los habitantes de Gran Bretaña y la pesca supone el 75% de sus ingresos (los barcos gallegos pescan calamar (Loligo Hagi) y los coreanos y japoneses pota (illex argentinus). Los armadores gallegos también han apostado por este caladero. "Tenemos seis barcos nuevos, construidos en astilleros gallegos, lo que supone una fuerte inversión y la demostración de nuestra apuesta por el caladero", cuenta Javier Touza, quien resalta que "mantenemos excelentes relaciones con el gobierno de Malvinas, con nuestros colegas pescadores de las islas... Por tanto, se está haciendo una apuesta clara por ese caladero, por ese país y por la estabilidad jurídica que siempre nos ha mostrado el Gobierno británico, con una gestión pesquera envidiable y con estrecha relación con sus socios extranjeros. Esperamos que así continúe". 

Porque además, explica el presidente de ARVI, las tripulación que llevan los pesqueros de gran altura está compuesta por científicos y observadores que contrata el Gobierno y pagan los armadores. "Actuamos de forma respetuosa para preservar el recurso, es una ejemplo mundial de cómo debe desarrollarse una pesquería". La del calamar de Malvinas, que tiene mayor calidad al alimentarse de krill, "que tiene omega 3 en estado puro, carne más gruesa y óptima". Un calamar que, por lo demás, reporta pingües beneficios para Malvinas y Vigo. Pero, en este caso, que la flota gallega pueda seguir pescando en aquellas remotas aguas del Atlántico sur depende de Londres y el Brexit.

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