Estrategia a dos bandas

Sánchez utiliza Ucrania para lavar su imagen de extrema izquierda ante Biden

El presidente aprovecha el recrudecimiento de las tensiones bélicas en Europa del Este para desligarse de la imagen radical y antibelicista proyectada por Zapatero después de varios desplantes de EEUU a España. 

Pedro Sánchez
Sánchez utiliza Ucrania para lavar su imagen de extrema izquierda ante Biden. 
Europa Press

Por si no se han enterado todavía, Pedro Sánchez nunca da puntadas sin hilo, y menos en un tema tan candente y peliagudo como una guerra militar. Digo esto, porque unos cuantos millones de ciudadanos españoles hemos desayunado estos días con un empecinado y aguerrido presidente de Gobierno que parecía más un comandante en jefe de la fragata 'Blas de Lezo', dado su urgente y enorme apoyo incondicional a la causa norteamericana que lucha frente a las provocaciones de Putin en la potencial (esperemos que sólo sea eso) guerra de Ucrania.

La clave principal de esta jugada es descubrir esa extraña y sorprendente actitud que empuja a todo un presidente de Gobierno socialista, que además forma parte de una coalición con un partido comunista que es sin duda alguna gran promotor del 'No a la guerra', con esta otra disposición tan en favor de Estados Unidos y de la OTAN. Cuando, por si fuera poco, sus socios europeos ponen con serena actitud la diplomacia por delante sin alardear ni teatralizar ese militarismo ansioso que ha mostrado Sánchez, menos mal que las cantidades enviadas por España son escasas. En realidad, la primera parte de esta extraña cuestión cae por sí sola, cuando uno descubre la urgente necesidad que tiene el presidente de desmarcarse de sus socios de Unidas Podemos para no caer junto a ellos en ese inasumible 'No a la guerra'.

A primera vista, algunos pueden pensar que ha querido hacerse un 'Aznar', un sacar pecho con la excusa de ser alguien antes de que lo sean los demás, y vender que esta vez “la guerra es cosa buena”, o al menos no es tan mala y que el lío lo monta la otra parte, Rusia; y la “culpa” es de un tipo sospechoso llamado Putin. Es cierto que el estilo (y el gatillo) de Sánchez son distintos, al menos en apariencia, aunque luego los empoderamientos políticos acaban uniendo mucho, y si te fijas bien puedes ver como gente tan dispar coinciden en lo fundamental: tanto Aznar como Sánchez quieren la misma cosa, ser a toda costa grandes aliados del amigo americano.

Uno de ellos lo hará para poder poner los pies sobre la mesa y verse más alto en todos los tamaños; el otro, para sentirse más vanidoso, y hacerse perdonar las tonterías de su socio ZP cuando decidió ignorar el paso de la bandera de EEUU, o cuando -casi peor- ordenó la retirada del ejercito español de Irak. Sí, han pasado muchos años, pero hay países que perdonan pero no olvidan. Además, está claro que Sánchez tiene ganas de lavarse las manos en la Casa Blanca (su proverbial afición con Biden es admirable), pero para eso te tienen que invitar de manera oficial. Cosa que no han hecho precisamente estos días con el presidente español, más bien ha sido ninguneado una vez más, y eso que ha intentado mostrarse afable y dispuesto como el que más. Pero nadie le ha invitado a estar presente en las decisiones finales, será que todavía en EEUU no se fían de Zapatero y sus amigos. Algunos optimistas dicen que le hacen un favor a Sánchez al no tener que aparecer con “esa gente de la guerra”, como si el presidente español prefiriera estar en el vestíbulo esperando a que le digan lo que debe hacer. Decir eso, es conocer muy poco los altos vuelos de míster Falcon.

Tanto Aznar como Sánchez quieren la misma cosa, ser a toda costa grandes aliados del amigo americano

Lo que sí queda claro, es que con Sánchez las pulsiones antiamericanistas de cierta izquierda española quedan huérfanas, al menos de momento. Ha conseguido sin problema alguno enviar la fragata 'Blas de Lezo' de modo emblemático a conquistar el mar Negro y unirse al despliegue militar de la OTAN sin problema alguno. El gesto no es mucho, pero ahí está la intención y la oportunidad de lucir bandera para evitar su propio naufragio, no el de Ucrania, sino el de Sánchez. Un naufragio que llega por las encuestas de que dispone, las bien hechas, no las del CIS o los refritos de Tezanos, y que le dan un cierto varapalo en su nula imagen centrista, y lo sitúan -dadas sus amistades peligrosas- en el paradigma de la extrema izquierda. De ahí que a Sánchez ahora no le venga nada mal parecer un poco más patriota de lo normal, y menos antibelicista, e ir desmarcándose de las ‘malas’ compañías que atesora con Bildu, ERC, JxCat… para acoger incluso a Ciudadanos si la necesidad y los conflictos de la reforma laboral lo exigen.

Pero hay que añadir, que la relativa armonía del Gobierno sigue siendo estable gracias a los equilibrios de Yolanda Díaz que aguanta el tipo con cierto 'fair play', hasta el extremo de que quien ha salido a desmarcarse y dar la cara ante los medios -algo habitual en él- para no tener que molestar e incordiar la “amistad” presidencial, ha sido el ex vicepresidente y otrora hombre fuerte de Podemos, Pablo Iglesias, que ha marcado las pautas a seguir en esta delicada cuestión con Ucrania y Putin. Había que dar una respuesta bien calculada al conflicto y aunque en un principio hubo roces profundos y bastante molestos con la facción socialista, la cuestión se ha ido aminorando y frenando para que el Ejecutivo y sus dos partes coaligadas no reiteren sus roces y eviten descarrilar una vez más. Ya bastantes líos tienen.

Sobre todo, porque ambas partes son conscientes de que sin una estabilidad razonable no hay futuro viable, y que el asunto de Putin 'versus' Ucrania es de esos que pueden hacer saltar dardos envenenados y provocar una ruptura fatal si el conflicto va a más, porque no estamos hablando de componendas que se resuelven con falsos desmentidos o con dimes y diretes; en las cosas de la “guerra” hay que mojarse y, de momento, los que más han reculado -los que han frenado y se han mojado pero de un modo más tibio- han sido los de Unidas Podemos y su variada versión del “No a la guerra… si no procede”, que sigue coleando por ahí sin riesgo de alterar los planes militares de Sánchez. En definitiva, el presidente está aprovechando “la guerra” para limpiar su imagen menos radical y menos antibelicista, y evitar parecerse en todo momento a Rodríguez Zapatero. Y a los que no les guste el tema bélico, que pongan otra película. 

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