La "tolerancia cero" de Berlusconi colapsa las cárceles italianas

  • La ocupación de las cárceles en Italia supera el 150 por ciento de su capacidad y siete de cada diez reclusos vuelven al centro del que salieron. El Gobierno italiano trabaja en un nuevo modelo que reduzca la presión de sus prisiones.
La ocupación de las cárceles en Italia supera el 150 por ciento de su capacidad y siete de cada diez reclusos vuelven al centro del que salieron.
La ocupación de las cárceles en Italia supera el 150 por ciento de su capacidad y siete de cada diez reclusos vuelven al centro del que salieron.
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Alessandro Speciale | GlobalPost

(Roma, Italia). Las cárceles son, por definición, lugares incómodos. Pero lo que realmente le quitaba el sueño a Pasquale, un siciliano de 45 años y padre de cuatro hijos, era pensar en la vida fuera de la cárcel. Los trabajos de verdad nunca habían sido su fuerte, y durante años logró ganarse la vida con negocios oscuros y algunos contratos de corta duración. Ahora su familia le ha dado la espalda y carga con el estigma de haber estado en la cárcel por un asesinato de la mafia, pese a que finalmente fue absuelto.

Parecía que su única opción sería recurrir a la vida criminal y a la ayuda que le ofrecía la gente que conoció mientras estuvo en prisión, en la pequeña ciudad de Caltagirone, en el centro de Sicilia.

Su historia es típica entre la población reclusa en Italia. Generalmente, siete de cada 10 encarcelados terminan de nuevo entre rejas. La mayor parte de las veces, quienes han sido condenados por un pequeño delito terminan cometiendo uno peor tras pasar por la cárcel. Alessio Scandurra, que trabaja en Antigone, una asociación que vigila las condiciones de las cárceles italianas, asegura que la masificación de los centros juega un importante papel en este fenómeno.

Según datos de Prison Police, en las cárceles de Italia hay 68.000 reclusos. Las cárceles tienen una capacidad conjunta para menos de 45.000 internos, lo que eleva la tasa de ocupación al 152 por ciento, o lo que es básicamente tres personas durmiendo en un sitio para dos. Estas cifras hacen que las cárceles de Italia sean las más masificadas de Europa, por detrás de Bulgaria.

Desde el inicio de 2010 un total de 41 presos han cometido suicidio, y 120 lo han intentado. Según asociaciones como Antigone, la principal causa de esas muertes son las condiciones en las que viven los condenados y la lentitud del sistema judicial.

Según Scandurra, las políticas de "tolerancia cero" del primer ministro italiano Silvio Berlusconi son las culpables directas de la masificación. En los últimos años, asegura, las leyes contra el consumo de drogas y los inmigrantes ilegales han sido endurecidas, y muchos reclusos, incluida una gran proporción de extranjeros, han sido encarcelados por cargos menores.

Scandurra apunta que el 36 por ciento de los reclusos italianos han sido encarcelados por delitos relacionados con las drogas, lo que contrasta con el promedio del 16 por ciento en el resto de Europa.

La masificación, junto con la reducción de personal de prisiones debido a la crisis económica, también aumenta las tensiones en los centros. Las protestas carcelarias son frecuentes, y a menudo se saldan con sangre: hace una semana cinco vigilantes resultaron gravemente heridos mientras intentaban frenar una pelea en la región de Campania.

Encontrar una forma para atajar la espiral de reincidencia en la delincuencia parece imposible.

Pasquale se considera afortunado. Tras apelar la sentencia, un juez le puso en libertad tras servir tan sólo un año de cárcel. Según él mismo reconoce, habría terminado de nuevo entre rejas si el juez no le hubiese obligado a trabajar en el Centro Mario e Luigi Sturzo, que ofrece talleres de formación a ex reclusos.

Pasquale acudió a esos cursos y ahora cuida naranjos y limoneros en los campos de Sicilia. Otros aprenden con maestros locales técnicas tradicionales de pintado de cerámica.

Anna Orlando, que dirige el centro, gestionado por una asociación católica, asegura que habitualmente se  suele formar a 20 reclusos en el centro. "Ninguno de ellos ha vuelto a la cárcel", indica. "Los datos demuestran que ofrecer a los reclusos una oportunidad de trabajo cuando dejan la cárcel reduce la tasa de los que reinciden en un 90 por ciento".

El mes pasado el Ministerio de Justicia de Italia decidió impulsar el modelo de este centro a nivel nacional, creando un centro de intercambio de empleo para reclusos con un presupuesto de 4,8 millones de euros. Los convictos recibirán formación laboral y oportunidades de trabajo. También podrán continuar haciendo esos trabajos una vez terminen su tiempo de condena. Se calcula que en el proyecto participarán unas 6.000 personas en los primeros tres años.

El ministro de Justicia Angelino Alfano espera que dichos programas ayuden a reducir la presión en las masificadas cárceles italianas. La Constitución italiana señala que el castigo debe buscar la "reeducación del convicto". Pero hasta ahora la financiación de políticas destinadas a prevenir la reincidencia había sido prácticamente inexistente: solo ocho céntimos de euros de un gasto diario por recluso de 113 euros.

El gobierno está convencido de que el modelo de Caltagirone puede ayudar a encauzar la reforma carcelaria en Italia. Pero en Antigone se muestran escépticos ante el importante presupuesto que se le ha dado a una asociación que, hasta ahora, sólo ha gestionado un pequeño centro.

Resulta difícil entender "por qué el ministerio le dio tanto dinero a personas con poca experiencia en general en el sector de las cárceles", apunta Antigone en un comunicado de prensa, en el que mostraba su confianza en que el proyecto sería al menos "estrechamente vigilado".

Para Pasquale, sin embargo, el proyecto ya ha hecho más que suficiente, le ha dado la oportunidad de redimirse.

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